Reflexión y aprendizaje

Reflexión: una parada, o ese tiempo que permite contrastar, valorar, indagar, enfocar, orientar o proyectar, etc.

A esta no se le concede demasiado espacio en la actividad diaria de numerosas organizaciones Se asocia a cierta incapacidad con respecto a la toma de decisiones, a la actuación con resolución.

Nos hemos creído (o nos han hecho creer) que hacer, hacer a la mayor velocidad posible, hacer como un flujo continuo (sin interrupciones), con la exigencia de mantener los estándares y los resultados, es la única vía a la que estamos abocados.

Y esto también sucede cuando hablamos de procesos de aprendizaje.

La reflexión, para el aprendizaje, incorpora la asimilación de información y de experiencias específicas, la capacidad de adecuación y ajuste a la realidad individual, la comprensión de necesidades y habilidades requeridas, la consciencia de las acciones y de sus consecuencias, la responsabilidad sobre la propia mejora, etc.

¿Cómo es posible aprender sin incorporar la reflexión en el proceso de aprendizaje?

¿Hacia dónde van las organizaciones con personas que “no tienen tiempo” para reflexionar?

Llegará un día, a no tardar, en el que en las descripciones de puestos (roles o como las denominemos), figurará una nueva responsabilidad (o función): Reflexionar (dedicando un tiempo semanal) sobre lo que haces, cómo lo haces y para qué lo haces, en la actualidad y con proyección futura.

Comparte esta entrada:

Otras entradas que te pueden interesar