En estos días en los que tanto se habla de desigualdad, el concepto de riqueza parece que busca su espacio, o debiera de encontrarlo.
Supongo que ha habido numerosos intentos de definir la riqueza. Personalmente me resulta muy complejo y cuando he participado en encuentros sobre el tema, he intentado aportar algunos atributos que estimo que puede tener.
Así, el primer atributo que vinculo a la riqueza es el largo plazo, ya que se extiende en el tiempo. Es algo que “vendría para quedarse”; no asocio la riqueza con algo “consumible” y fugaz.
El segundo atributo lo relaciono con lo colectivo, va más allá de la individualidad y los individuos; la riqueza como algo de conjunto, de sociedad.
Y para que cuaje lo anterior, el tercer atributo es el “ganamos”, el beneficio compartido, hacia una posición constructiva y de futuro.
Así, con estos atributos, la riqueza transciende y se va incorporando como una manera de enriquecerse y que perdura. Con estas ideas, me gusta la riqueza.
De esta forma, el aprendizaje se convierte en una gran riqueza: nos hace más competentes, más exigentes, con más criterios, con diversos puntos de vista, con mayor capacidad de comprensión y entendimiento, con más visiones, con más capacidad para el diálogo…
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¿Dónde empieza y dónde acaba un proceso de aprendizaje?
Cuando se habla de un curso, pocas personas manifiestan dudas sobre su inicio y su fin. Están delimitados con concreción. Se diseña con unas horas