El regalo del aprendizaje

En numerosas organizaciones, pasa aquello de que las personas “saben demasiadas cosas” y existe la reconfortante sensación que “nada más es necesario”. El Conocimiento, por tanto, roza un volumen enciclopédico.

Y así, se genera la satisfacción, la autosuficiencia derivada también, de la posesión del conocimiento como un gran tesoro (en propiedad y fuera del alcance de otras manos, “mío”) o como una acumulación de trofeos que mostrar.

Pero cuando nos aproximamos y enfocamos, surge la doble pregunta: qué y cómo se utiliza ese conocimiento (con qué propósito… para qué fines… con qué principios éticos…) y la respuesta se diluye entre buenas declaraciones. Porque ese conocimiento de tesoros y trofeos suele mantenerse estático, como una imagen congelada en el tiempo, con el conformismo del logro pasado.

Cuando el conocimiento se pone en movimiento, se comparte, se socializa, se experimenta, se dialoga, se reformula, se olvida… se transforma en un regalo, el gran regalo que nos ofrecemos. Porque en el uso encontramos las claves de la expansión del aprendizaje, porque desde ahí se incrementa su valor.

Por ello, sería recomendable que, cuando las organizaciones se propongan incorporar conocimientos en las personas, se adjunte “Instrucciones de uso”; de esta manera, también aprenderán.

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