el aprendizaje frente al todo

En determinados entornos profesionales, solemos llevar la contraria al tándem de Sócrates y Platón. Y así, se proponen como máximas: “sólo sé que lo sé todo” y “para qué preguntar y dialogar, si ya lo sé”.

Nos empeñamos en demostrar nuestro “valor” dando una respuesta a las cuestiones que se nos plantean, como si responder a todo fuera la clave; considerando, además, que aquello que nos están proponiendo o contando “ya lo sabíamos”.

Sobre estos principios, me planteo que tal vez alguien ya lo supiera todo, que fuera cierto aunque un tanto improbable y, por otro lado, me sugiere la escasa habilidad para la escucha y la nula capacidad apreciativa.

Si los trasladamos a escenarios de aprendizaje, esto puede significar que como ya hemos realizado cursos de formación de distintas materias y en varias ediciones, ya lo sabemos todo sobre dicho tema. Por lo tanto, no es posible “aprender más”. Corolario: asistir a un curso es aprender.

Pero al regresar a la realidad organizativa, al día a día, continúa habiendo las mismas o parecidas situaciones y problemas, pendientes de resolver o abordar. Y a pesar de haber realizados los cursos (todos), “no desaparecen”.

¿Qué caminos tenemos para que las personas de nuestra organización aprendan? ¿Serán necesarios auténticos procesos de aprendizaje basándose en cómo aprendemos las personas?

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