Durante los meses de verano, solemos “colar” las vacaciones. Y en esa experiencia (o múltiples experiencias) podemos participar en un buen número de aprendizajes sutiles.
A algunas vacaciones se le da forma gracias a guías, mapas y planos. Con ellos, se tienen “pequeñas peleas” de interpretación, con uno mismo y con los demás. Por fortuna, todavía quedan personas para las que la tecnología vacacional es la impresa.
Estas “pequeñas peleas” nos cuestionan, nos activan y nos provocan. Indagamos. Consideramos. Valoramos. Y sobre todo, seleccionamos y descartamos.
Los papeles no nos proporcionan la realidad; pero sí, acercamiento y comprensión. Con lo que leemos damos forma a los escenarios y nuestras expectativas. Y sobre estos elementos, construimos nuestro viaje, su itinerario y sus paradas. Lo representamos en la preparación y lo vivimos en su desarrollo.
Realizamos un esfuerzo por traducir lugares, costumbres y situaciones a nuestro entendimiento, para hacerlo propio en algún momento. Aunque luego la realidad sólo se parezca en una parte.
El acercamiento a otras personas (los que están a un metro, a cien o a diez mil kilómetros) pasa por el interés y por los detalles, reconocer lo que hay de singular en ellos, para apreciarlo y enriquecernos.
Las creencias de las personas están en sus conductas.
Tendría que haber más momentos durante el año en los que echáramos mano de mapas, planos y guías para seguir fortaleciendo este ejercicio y su reflexión. Y que cada vez que rememoremos el viaje, nos inventemos uno nuevo. Porque al final, los viajes son lo que queramos creer que son.