Cada vez que leo el planteamiento de una investigación o de un experimento me planteo qué hubiera respondido yo a las cuestiones especificadas o cómo habría actuado en esos escenarios. No lo puedo evitar.
El experimento de la golosina (simplifico en uno, pero se han realizado numerosos y desde muy variados puntos de vista) siempre me ha atraído: ofrecer una gominola a un/a niño/a diciéndole “puedes comerla ahora, pero si esperas 2 horas tendrás más”. Lo que ocurre a continuación contiene demasiados elementos de interés en una acción tan sencilla.
Visualizo a la criatura mirando a la golosina, o no mirándola; sufriendo por no poderlo hacer ahora y ya; poniendo en marcha todas las capacidades posibles (de autocontrol, regulación de emociones, reevaluación cognitiva…) para recibir, con retardo, dos o más;
Los mecanismos que dominan la situación para no comerse la golosina actúan de manera extraordinaria y a quien es capaz de manejarlos se le atribuyen algunas virtudes.
En estos tiempos de la comunicación inmediata, de la urgencia, del “placer/felicidad del consumo”, del amigo virtual y todas estas cosas del ultra presente (nunca ha sido “tan diminuto, tan volátil y tan veloz”), conseguimos demorar el apropiarnos de la golosina para que, mañana, recibamos dos. Algo afectará que confiemos en quien nos lo propone…
Otro día, lo relacionaremos con el cambio climático o con otra preocupación del planeta.
El cuidado de las personas en las organizaciones
Recordaba en una conversación con unas personas cliente la frase esa de “los problemas personales se dejan en la puerta”. Les comentaba que, a pesar