Regresando a nuestros antepasados, parece que uno de los elementos que ha favorecido aspectos de la evolución humana ha sido la capacidad de aprender, bien porque se tenía que sobrevivir frente a otros, bien porque alguien articuló la tecnificación y “alargó” las manos con útiles y herramientas o bien porque los escenarios variaron y había que hacer algo para continuar en ellos. Y también se consiguió que el fuego “no se le apagara”, como en el película.
Así el fuego ofreció luz cuando el sol desaparecía, mantuvo el calor cuando las temperaturas bajaban, facilitó la transformación de los alimentos…
Y además con ese fuego, se logró un punto de encuentro, un contexto de expresión, un escenario de compartición y la “práctica de la reflexión”, y todo ello desde las experiencias y vivencias propias, para convertir esos “actos”, posiblemente, en la primera comunidad de aprendizaje.
Luego hemos continuado con “otros fuegos” en aquelarres, en playas, en “sanjuanes”… y también con los de Galeano, cuando “Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos”.
Como el aprendizaje podría ser aquello que ha venido para quedarse, al menos durante un tiempo, vamos a favorecer los fuegos (en todas sus manifestaciones) en las organizaciones.
El cuidado de las personas en las organizaciones
Recordaba en una conversación con unas personas cliente la frase esa de “los problemas personales se dejan en la puerta”. Les comentaba que, a pesar