Manejamos conceptos que consideramos simples y sencillos, por la única razón de ser utilizados con frecuencia y de manera común. Pero éstos, en la mayoría de casos, contienen una carga potente y poderosa de significado, que va mucho más allá de lo evidente. Por ello, cuesta explicar y transmitir su verdadera esencia.
Sería algo tal que así: “por el mero hecho de contemplar el mar y ver su color y el movimiento de las olas; esta percepción ya recoge todo lo que vive y existe en sus profundidades”.
En ocasiones, pasa con el concepto aprendizaje. De esta manera, vamos a describirlo con tres atributos.
Espiral. El aprendizaje es un hecho continuo, vivo y progresivo. Es una secuencia encadenada de acciones que llevan a la variación de capacidades, conocimientos, experiencias, habilidades, actitudes, etc. Es un elemento que se nutre de sí mismo… para avanzar.
Experiencia. El aprendizaje se produce desde la acción personal y desde la vivencia. La persona se transforma en el protagonista principal, en el centro y eje sobre el que pivota el aprendizaje.
Escenario. El aprendizaje cobra sentido en contextos con un marco de referencia y en relación con otras personas, desde los intercambios. Estos elementos y estas condiciones permiten interpretar y transferir los ámbitos de conocimiento.
El concepto de aprendizaje es más profundo que la superficie del mar.