Tenemos la suerte de haber sido “principiantes” en numerosos momentos de nuestra vida y haber ido descubriendo los elementos novedosos que lo componían. También hemos evidenciado nuestra torpeza o nuestra ignorancia en esos primeros momentos. En algunos ámbitos no hemos querido pasar de principiantes y en otros sí.
Ahora bien, ¿cómo solemos superar eso de ser principiantes en un ámbito específico? Las recetas siempre se presentan sencillas: conocido el qué, hay que dominar el cómo. Esto nos convierte en mucho más “principiantes” de lo que nos consideramos a priori, porque el número de “cómos” que dominamos es infinitivamente inferior a los “qués” conocidos.
Ir abandonando la condición de principiante, porque queremos aproximarnos a ser expertos en algo, se relaciona con el papel activo en el proceso de aprendizaje, ser protagonista de lo que (me) sucede. Así el error, la práctica, el tiempo dedicado, el contraste, el avance… son elementos que nutren nuestras intenciones.
Esa condición la vamos abandonando, también, a partir del momento que vamos “dejando de pensar” cómo se hacen las cosas, porque se automatizan las acciones y las respuestas y, por tanto, se encuentran integradas en nuestro repertorio. Dominadas las relaciones sencillas avanzamos hacia las relaciones complejas.
El cuidado de las personas en las organizaciones
Recordaba en una conversación con unas personas cliente la frase esa de “los problemas personales se dejan en la puerta”. Les comentaba que, a pesar