El aprendizaje consciente

Aprendemos de un sinfín de formas y cada uno de nosotros, además, se siente más cómodo haciéndolo de una manera específica, aunque no seamos conscientes de ello.

En cualquier caso, para que se produzca un avance progresivo y orientado en la persona, se necesita fortalecer la visión de lo que sucede, cómo se realiza y qué resultados se alcanzan. Con una mayor comprensión de los elementos intervinientes, se incrementan las probabilidades de ahondar en dicho conocimiento.

Así, cuando la “evaluación” se transforma en una “actividad” más del proceso de aprendizaje, como una parte natural del mismo, se adecúa y proyecta la mejora de la persona, favoreciendo que gobierne su propio aprendizaje y lo articule en función de sus curiosidades y deseos.

Ver y, sobre todo, comprender lo que nos está ocurriendo en el proceso de aprendizaje nos hace “multiplicar” la eficacia, el sentido y la utilidad de dicho proceso. Esta “consciencia” permite cuestionar, matizar, apreciar, interpretar, transcender, aplicar, transformar, transferir… y ser algo más propietarios del mismo.

Todo ello nos permite alcanzar un nivel de “experto/a” (por dominador/a del conocimiento, capacidad y competencia) pero con la suficiente permeabilidad como para aprehender de otras experiencias, otros entornos y otros ámbitos y así incrementar las perspectivas y los puntos de vista.

Y esto, también se puede llevar a cabo en las organizaciones.

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