Estamos envueltos, aunque sería más preciso decir inmersos e inundados, en imágenes y experiencias. Hoy todo debe ser experiencia (de cliente, de usuario, de …), si no es así, ni estás a la última ni te encuentras en el lugar, ni en el momento adecuados. Las “cosas” tienen que vivirse como experiencia… épica… a poder ser.
Pero afortunadamente se dan otras posibilidades y así, encontramos también la no-experiencia.
Necesitamos encontrar matices en lo que expresamos y que nos los encuentren; necesitamos comprender significados que creíamos conocidos y no lo eran tanto; necesitamos ser un diálogo con diversos prismas; necesitamos la calidez, el arropamiento y la profundidad de las palabras; necesitamos los tiempos de la conversación, sus silencios y sus miradas, también su ritmo; necesitamos las conversaciones físicas y “sentadas”, las que nos aportan algo más que superficialidad y volatilidad.
Por eso, reivindicamos los momentos y los escenarios en los que las palabras (las ideas, las reflexiones, las propuestas) son protagonistas. De esta manera, podemos transformar una conversación en un viaje extraordinario, repleto de descubrimientos y tesoros, un viaje no-experiencia.
Hagámonos personas viajeras y sumemos muchas voces, diferentes y esto nos hará ricas, de la riqueza que más nos gusta… la de personas.