Cada día es una oportunidad para rendir homenaje, modesto y pequeño, a Kolb. Cada día “hacemos cosas”, tomamos decisiones o conversamos con alguna persona interesante. Y es aquí en dónde podemos activar este homenaje, tan aparentemente sencillo como invisible.
Si tras esa acción, esa decisión o esa conversación, observamos y analizamos los para qué, los qués y los cómos y los relacionamos con dos aspectos fundamentales, los resultados y las consecuencias, ampliaremos la percepción de las situaciones. Comenzaremos a ver matices de pincel fino donde antes visualizábamos las marcas de una brocha gruesa. (La comprensión es uno de los principios esenciales del enriquecimiento.) Con ello, seremos más conscientes de las situaciones que vivimos.
Y sobre esta base, extraeremos conclusiones con diferentes puntos de vista, con nuevas conexiones entre acción, contexto y consecuencias, con variantes en las propuestas de acción, con ajustes orientados a la búsqueda otros resultados… Porque nuestro sentido crítico se disparará junto con nuestra curiosidad; necesitan convivir ambos, de la mano. ¿Se podría tener espíritu crítico sin curiosidad? ¿Se podría ser curioso sin espíritu crítico?
Y mañana, haremos algo, tomaremos una decisión o conversaremos e incorporaremos “cositas” de las conclusiones de ayer, sin darnos demasiada cuenta, salvo que nos volvamos a mirar con curiosidad y espíritu crítico. Repetido cada día, encontraremos menos certezas y verdades absolutas y muchas más diferencias repletas de alto valor.
De esto va el aprendizaje cotidiano. Gracias Kolb.