El símil de andar en bicicleta cuando se pretende explicar el aprendizaje se ha utilizado cientos de veces. ¿Es posible hacerlo sin bici? La respuesta es obvia, no. Las claves en este ejercicio se describen con facilidad: probar (con ayuda y sin ayuda), hacerlo (no intentarlo), caerse (de parado o en movimiento), insistir (hasta automatizar movimientos), ajustar (posturas y esfuerzos), equivocarse (en la elección de la ruta o en el cambio de marchas), etc.
¿Es posible aprender sin acción en las organizaciones? La respuesta parecería obvia, no. Entonces, ¿cómo contemplan la acción nuestros procesos de aprendizaje para que las personas aprendan?
Quizá siendo la persona el eje sobre el que se organizan y se disponen las diferentes acciones, individuales (en el puesto o en el ámbito de responsabilidad), con pares (iguales espejo, contraste o complemento), acompañadas (responsable o externo), socializadoras (de conocimiento en talleres).
Y como andar en bici, desde el compromiso activo (corresponsabilidad), con consciencia (saber para qué, qué y cómo y aplicar PDCA´s) y desde la consolidación del conocimiento (aplicado y repetido).
Desde este planteamiento, nos gusta cuestionar cuántas personas están “vivas” en las organizaciones, cuántas personas están en acción porque manifiestan curiosidad, lanzan iniciativas, analizan con juicio crítico, valoran y proponen, escuchan, cometen errores, intercambian…
Así sí, aprendizaje es sinónimo de acción