¿Cuántas veces has escuchado eso de que “todo cambia menos el cambio” o “el cambio es ley de vida”? Suponemos que unas cuantas, quizás más de las que te hubiera gustado.
Una clienta pretendía llevar a cabo un proyecto de cambio en su organización. Tenía muchas dudas y algunas dificultades sobre cómo enfocar el proyecto, entre otras razones por ser un término agotado y carente de referencia. Nuestra sugerencia: ¿y si no mencionas cambio?
Le propusimos que sustituyera el término por el de aprendizaje, dejando el resto de contenido (finalidad, objetivos y enfoque de acciones) tal como lo había definido, porque mantenía su validez (propósito); Necesitaban un cambio. ¡Claro que era oportuno!
Pero, puesto el foco en el aprendizaje, ¿en qué medida se encuentra sintonizada la competitividad con el ritmo de aprendizaje de la organización? ¿compites al mismo ritmo que aprenden las personas? ¿o aprenden las personas al mismo ritmo que compites? ¿Sobre qué cuestión trabajas con las personas de tu organización? ¿O todavía no vinculas ambas cuestiones?
Una cultura de aprendizaje despliega y facilita competencias, capacidades y relaciones; genera el marco y el contexto para que sucedan los resultados.